sábado, 8 de marzo de 2014

La cena anual


Cuando, por las escaleras, iniciábamos la subida hacia el local donde iba a tener lugar el evento, teníamos la sensación de ir traspasando una barrera imaginaria hacia otro lugar. Las luces al pie de los escalones junto a la de las velas que las acompañaban hicieron que en el camino hacia el 2º piso fuese más un ejercicio de imaginación y sorpresa que el mero hecho de subir unos peldaños. En la puerta de entrada una preciosa bicicleta antequísima nos daba la bienvenida.
Describir las estancias no es fácil ya que el mobiliario, la luz, la disposición de los objetos se aparta tanto de lo habitual que habría que hacer un borrón y cuenta nueva para entender y apreciar la decoración y el montaje del lugar. La música se encargaba de crear el ambiente preciso para envolver a la mente y recrear la ensoñación.

Pasamos a una estancia donde nos reunimos para tomar unos aperitivos y mientras hacíamos los saludos de rigor, me quedaba pasmado ante lo que veían mis ojos y, confieso, no pude sustraerme a volver sobre mis pasos y recorrer toda la casa.
Después de un emotivo recuerdo de Rafa y Manolo Barros a cargo de Íbañez, llegó el “lacón con grelos” precedido de un rico caldo gallego. Destaco la elección del vino; empezando por el rosado afrutado de los entrantes y terminando por el tinto del final envejecido con aromas de roble.

“Triunfaste” Juan, no podía ser de otra forma.














 
 





 

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