Con la bendición del Boss y el Gaucho quienes convergieron
con nosotros en la salida y después del recibimiento super cariñoso que una
admiradora dispenso a nuestro protagonista para disgusto del primero, emprendimos
la salida hacia Arcade tras recorrer el tramo de la horrorosa carretera
nacional plagada de tráfico, especialmente la incorporación al nudo del Pino.
En el repecho del campo de fútbol de Arcade ponemos a prueba
el estado físico de Ligre y nos damos cuenta de que flojea. Ya no arrastra el
plato como de costumbre; se queja de que el entreno con bici de montaña no hace
favor cuando se coge la de carretera. Así las cosas, en la subida hacia el
castillo de Soutomaior empezamos a jugar la baza psicológica: - Te acuerdas de
aquella vez cuando nos diste leña en tal o cual sitio?, para acto seguido
incrementar el ritmo y sacarle unos metros. Se trataba de llevarlo un tanto
maltratado para que se fuese cocinando y no nos deparase una sorpresa
desagradable. Se sucedieron estos comportamientos
“sin nombre” en el último tramo de Amoedo y en el de Moscoso, en tanto que
a Ligre ya le iba haciendo falta una mano amiga en el “lombo”.
Sabiendo las dificultades que el protagonista tiene en las
largas bajadas amplias, nos tiramos hacia el embalse, aprovechando la inercia
para iniciar la subida a Fornelos con lo que tuvo que hacer un extra para
cogernos a la vez que decía que tenía que bajar dos quilitos del vellón. Pasa dificultades
en la subida y de nuevo la mano amiga en la espalda. Llegamos al bar de
Fornelos y mientras apretaba su casco contra la frente, un generoso chorro de
sudor se derramaba en la acera. Casi sin darnos cuenta, la mina, libreta en mano, nos recibía en la misma acera para tomar
nota del tentempié que queríamos. El Ligre se quedó estupefacto, como si viese
una “aparición”. Ni casco, ni sudor
ni cansancio, “pa dentro”. Tomamos
asiento y, mientras hacíamos comentarios banales, Ligre, con la visión
periférica que le otorgaba el rabillo del ojo, no perdía detalle de la mina.
Retomamos el camino hacia Forzáns y Ligre nos hace saber que
vuelve por Pontecaldelas. Le llevamos suave, le indicamos que piense en “la musa del Olimpo” que había visto y se
olvide de los dolores corporales, que entre recuerdo y “pajas mentales” cuando se dé cuenta estaremos en Aguasantas. Transcurre
esta parte del recorrido con suavidad, Ligre tiene tiempo de “encender la radio” y cuando llegamos a
la localidad citada, somos quienes de convencerle que siga hacia Carballedo.
Envalentonado por la cafeína, repuesto con la tortilla y el montado de chorizo
y ocupado el pensamiento por la “mina” llegamos hasta Famelga no sin la ayuda
de la “mano amiga” que seguro le
causó un moratón en la espalda.
En Carballedo, Javi nos propina una larga serie, sostenida
pero no muy exigente. El Ligre, con dos cojones y “cosido” a rueda, sufriendo,
aguantó como un jabato.
P.D. Me dice un pajarito que el referido durmió como un
bebé.
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