Cuando caía la noche, el pasado sábado, recibo una llamada
del routier, que me da cuenta de que venía de limpiar su finca de “O Ruzo”, en
la misma orilla del río Verdugo y tras tres horas y media dándole a la
desbrozadora su espalda la tenía hecha trizas, por lo que me propone salir el
domingo pasadas las 8.30 h.
Llegado el día, me encuentro con que no sólo era él sinó que
también estaba Toñito (con el cual no coincidía en la bici desde al menos 3
meses, luego de su lesión de espalda que le tuvo a mal traer durante ese
tiempo). He de apuntar que no puso muy buena cara cuando me vio (muy
posiblemente le pasó por la cabeza aquello de “¡dónde me he metido!”
Para animar a “semejantes” compañeros de viaje, les digo,
allá por la gasolinera de Rivas: -
Venga, vamos; tenemos que aprovechar los primeros minutos, a medida que vaya
pasando el tiempo el viento será más fuerte. No había forma; uno: - no me puedo
sentar, no aguanto la espalda; el otro: - no soy capaz, me hierven las piernas.
Subida a Carballedo: Alberto con “todo metido”, 25 dientes
de piñón; Toñito: sube piñones, baja piñones, “crack” por aquí, “crack” por
allá; ahora me siento, ahora me pongo de pié. Y así como dos plañideras vamos
haciendo camino. En los llanos de Carballedo el viento ya es importante y a
rueda, “panseniño” van pasando los kilómetros.
Antes de encarar la cuesta de Famelga, Toñito tira la
toalla, dice que se va con la música a otra parte. Miró el reloj, 18,8 km/h y
me digo, los de las 9 h nos pillan antes de A Lama por lo que “de perdidos al
río”. Convenzo a Ventinciño para que siga, que le pongo ritmo en la subida y
que le llevamos. Se anima, no de buen gusto y continuamos. En el ascenso,
Alberto se va por delante en tanto que le pongo a mi acompañante la marcha
exacta que necesita, ni más ni menos. Alberto nos quita unos 3-4 minutos en la
cima (según mis cálculos) y animo a Toñito diciéndole que en la bajada lo
pillamos a lo que me contesta que en Aguasantas se va por Pontecaldelas. Poco
antes de esta aldea alcanzamos a Alberto que se iba dejando caer, gimiendo por
todas partes, eso si. Convencemos de nuevo a nuestro amigo y le decimos que ya
puesto que prosiga hasta Caritel y luego que baje por Pontecaldelas hacia
Pontevedra. Este tramo debe ser algo “milagreiro”, ya que a Alberto se le pasan
los dolores de Espalda y Toñito lo hace con más decisión.
Después de separarnos en Caritel le digo a Alberto que se meta a ruediña y que
se esconda todo lo que pueda. Hacemos la bajada a todo lo que podemos, subidas
a ritmo y no perdemos el tiempo en los pocos llanos. Alberto me pregunta en qué
lugar seremos pasto de los de las 9.00 y le contesto que en Pazos de Borbén. El
caso es que llegados a esta localidad y desaparecidas las quejas y “laios” de
mi amigo, observo que ha cogido ganas, lo cual aprovecho para aumentar la
marcha. Cuando íbamos completando el repecho -antes del llano- miro a mi
izquierda, a lo lejos, desde donde se divisa la bajada del campo de fútbol de
Pazos; no observo a nadie, con lo que deduzco que los de los 9:00 ya estaban metidos
en el propio pueblo.Iniciamos la bajada y a medio camino nos cruzamos con Javier M. y Fernando Huelín -subía hablando por el pone-, les saludamos pensando que iban al encuentro de los que venían por detrás y continuamos la marcha cuando, justo después de pasar el Castillo de Soutomaior, nos dan un susto de muerte los de las 9:00. Nos pasan por sorpresa, empastillados sin habernos dado la más mínima voz de aviso. Como eran bastantes conseguimos rehacernos de la sorpresa y somos quienes de pillar rueda antes de que nos pase el último. Entre el terreno favorable que quedaba de bajada y con la inestimable ayuda del viento del norte –en contra- vinimos “instalados” en medio de grupo. Alberto cedió un poco en el Mercamueble y Javi se dejó caer para echarle una mano, en tanto que el grupo ralentizó la marcha; todos a una, sin disensiones. Ya juntos de nuevo y a pesar del fuerte viento, relevan en cabeza Eduardo, Javi, Rocha, Eladio se va a fuerte ritmo. En el repecho de la panadería Javier M., como siempre trata de lanzar su sprint; aprieta lo que puede pero el viento es su peor enemigo y enseguida vuelve a meterse en el grupo. Se produce un pequeño corte pero enseguida nos reagrupamos de nuevo y así llegamos a la Alameda.
Poco después llega Nando H., quien, con el rollo del
teléfono, no fue capaz de coger rueda y Josiñó que se quedó del grupo justo
antes del llano que encara la bajada para Soutomaior (creo recordar).
Sabed que, alguno del grupo suponía, ya que no
lo sabía, que íbamos por delante y de ser el caso, que lo fue, quería sacarnos
la pegatinas; algo que consiguió, por cierto.
Hasta la próxima crónica que dios sabe cuando será.