Vamos a poner un poco de literatura –ya sé que a muchos le
entretiene, pero a mí cada vez me da más pereza- a la etapa de “Confraternidad”
del mes de agosto.
Una vez reprogramado el recorrido por mor de la salida desde
Pontevedra de la etapa de la Vuelta, a las 8:45, los 5 que quedamos de nuestro
grupo debatimos qué hacer. A pesar de ser pocos tampoco nos poníamos de
acuerdo. Al final, sin unanimidad de criterio, decidimos ir subiendo San
Vicente y esperar allí al grupo. En la subida nos topamos con Celso que bajaba
hacia Pontevedra para reunirse con el pelotón.
Mientras Tito, Javi y yo dábamos vueltas por el llano de la
gasolinera esperando la llegada del grupo, Ferrito, Isidro y Paco continuaron
la marcha, enrollando cadena, hasta que les alcanzamos pasada la subida de
Moraña.
En la recta de Caldas, con el fuerte viento del Norte, fue
un gusto ir a rueda, no obstante sigo sin entender por qué Isidro aceptó el
empujón del Boss y se puso a tirar del grupo durante un rato (¿no te diste
cuenta de que te estaba enviando al “degolladero”?).
Con la llegada a Caldas se terminó la fiesta. Protegidos por
la izquierda, desde donde entraba el viento, por los paredones de tierra, se
subió a un ritmo bastante fuerte para mi gusto. En ese momento, según se me
dijo sobre la marcha, al llegar a Cuntis tomaríamos para Moraña y Pontevedra;
sin embargo se cambió el recorrido y en vez de tal cosa tomamos hacia Rebordelo,
Ermida y Armonda, camino de Campolameiro.
En la subida que hay hasta el cruce con la carretera que une
Campolameiro con Codeseda se empiezan a producir las primeras ayudas, ya
sabéis, las cariñosas manos sobre la espalda de algunos, entre los que me cito
para disgusto de otros y es que hay mucho celoso suelto, junto a algún que otro
silbido que me llegaba desde la parte trasera y que suponía el aviso a la
cabeza para que aflojasen. Javi, Pablo Pardilla y Miguelito fueron los que más
se significaron en la tarea del “empurrón”, al menos de lo que ví.
En mi caso la cuesta citada se me atragantó; primero porque
no la conocía y en la primera mitad me atranqué con el desarrollo pensando que
era más corta y “quemé mis naves”. Ferrito –menos mal que desde octubre no
coges la bicicleta- trataba de entretener al Boss dándole un poco de
conversación de la que sostienen entre ellos cada vez que se encuentran y que
esta vez no duró mucho.
El grupo se compactó en la subida. Cierto es que algunos se
fueron un poco delante pero dieron la vuelta, Celso (El rubio) entre ellos,
quiero significarlo ya que sé que no me profesa, digamos, un especial cariño,
de modo que “Al César lo que es del César”; se portó el chaval.
Ya arriba, en el cruce hacia Campolameiro, el Boss dice:
“preparádevos que vou a metervos una boa serie” y sin tiempo de coger resuello
me veo envuelto en un fuerte ritmo y en una bajada vertiginosa que no permitía
relajarse siquiera un poquillo, Miguelito, Javi, Pablo y alguno más se
emplearon con contundencia-empujando- en la subida a la Piolla.
Sin descanso en los repechos, multiplicándose los empujones,
se llega a Pontevedra con una media de 30,7 km/h. Para nosotros la media fue,
desde la gasolinera de San Vicente hasta Pontevedra, de 32,7 km/h o lo que es
lo mismo, demasiado para mi cuerpo.
Impresiones después de años sin salir habitualmente con los
que, en otrora, fueron compañeros de fatigas:
Creo que el ritmo fue notablemente superior al que
habitualmente lleva el grupo de las 9:00; sobra decir el que llevamos los de
las 8:45.
The Boss: nada que no se sepa.
Los de Campañó como "garrotes"
Sabor: muy concentrado siempre.
Santi: sufriendo de cuando en vez
Seguro que se me queda gente en el tintero, pero es que a
otros ni siquiera les conozco.
No quisiera terminar este rollo sin recordarle a
Álvaro y a Burguiños que se han terminado las vacaciones y que es hora, ya, de
que cojan la bicicleta y se presenten en las salidas domingueras.